No entiendo lo que pasaba. Me daba asco su existir.
¿Pensaba que lo saludaría? ¿Que le debía algo?
No.
El no era mi dueño, no le debía nada.
Lastima que no lo entendía.
En realidad me daba un enorme placer su pequeño cerebro
tanta ingenuidad, algo que podía manejar muy bien.
Es como un toro, enorme y tonto.
Vuelve a aventarse, le cortan otra oreja.
Me alegra tanto que no procediera a más.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario